El pomelo que antes me fascinaba hoy me da pena.
La cabeza se me va a otra parte porque ya no puedo carburar con ella.
Se me sale desde arriba,
se va volando en la plenitud de un cielo que se desarma como si estuviera hecho de ladrillos.
De los de plástico.
Los que construyen ciudades enteras bajo las manos de los nenes y de las nenas.
Alguien dijo que eran pedazos de luz y me quedó grabado en la cabeza hasta hoy que revivo este texto.
La misma que se me vuela cuando me concentro,
que se va a otra parte sin advertirme antes.
Se pierde fácilmente en la incertidumbre que los vínculos del corazón traen.
Ese "no se qué que qué se yo" que las relaciones tienen...
Y justo cuando entro a pseudo filosofar más fino sobre la vida, vuelvo a lo simple, lo sencillo.
Y saltan un hipócrita
dos hipócritas
tres hipócritas
un perro de los peluditos
y un pájaro que cruza el cielo de pe a pa
por el camino difícil.
Me quedo con que solo hay agua y sal alrededor.
Solo agua y sal.
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